jueves, 20 de agosto de 2009

12/

Dice que quiere una casa, quiere un angar y una torre de lanzamiento. Yo lo escucho algo distraída; ya conozco ese sermón de memoria. ¡Cantate otra! le grito para mis adentros. A medida que escribo y sigo escuchándolo cantar voy inspeccionando los trazos en mis letras, en mis palabras bien escritas pero algo deformadas, tal vez por la hora o por el hambre o por las ganas de fumar.
Algunas parecen desesperadas por salir disparadas de la birome, se atropellan, la ere que se confunde con la ene, son bastante tercas. Todas quieren ser primeras aunque cuando salen y se secan en el papel se desilucionan; ingenuas. ¡Somos las últimas! gritan quejosamente. Ser último es digno de recordarse también.

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