martes, 18 de agosto de 2009

11/

A mí no me molestaba el zumbido, ni siquiera lo escuchaba esta vez. Lo que me fastidiaba eran los pequeños eclipses momentáneos que hacía cuando se posaba cerca del velador.
Cuando me falta la luz, automáticamente poso la vista sobre la lámpara, sobre el insecto y mantengo la mirada allí como esperando que le pese, que lo oprima; y así finalmente caiga rendido permitiéndome sumergirme, una vez más, en mis corrientes de palabras. Pero continúa ahí, como el cuervo de Poe; no me permite pensar en nada más que en él, maldito insecto. Saca a relucir mi tan odiada vagancia; de levantarme y deshacerme de él... Ni hablar -además, ¿qué es eso de dejar la cama a estas horas?.
Ya es tarde y alguien que no te conoce como yo lo hago diría que tu llamado es inoportuno, es tarde amigo. Cuelgo el teléfono y miro nuestra foto de aquél par de días en Rosario; me gustaría que tu caminata finalice en mi casa, pero ya sabés cómo son acá; que dejate de joder, dormí bien, la facultad. Y justo hoy es un día en el que el sueño no me faltó, un día, una noche más bien, en la que me gustaría que vengas, te acerques y charlemos sobre antónimos, sinónimos e ideas afines.
Que mates al puto insecto y podamos seguir leyendo.

1 comentario:

  1. Me gustan todos muchísimo, pero éste en particular.
    Me encanta que escribas sobre la cotideaneidad, es algo que una vez me lo criticaron, pero que yo encuentro fascinante.
    Ojalá algún día puedas laburar de ésto, o por lo menos darte el gusto de publicar algo.
    Besos!

    ResponderEliminar