martes, 18 de agosto de 2009

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La gran mayoría de mis mañanas, las paso sola.
Mamá y papá se van bien temprano, y Flor casi siempre (por no decir siempre) duerme hasta tarde.
No me quejo, de hecho agradezco mucho la soledad por las mañanas, me es costumbre levantarme de malhumor y no tener ganas de responder al saludo matinal, y si lo hago, es un gruñido.
La cosa es que tengo como, mmm... Una rutina por las mañanas. Antes de prender electrodomésticos como la tostadora, el ventilador o la computadora, subo las persianas del comedor a medias, agarro uno de los silloncitos color mostaza que eligió Mamá, lo coloco en el medio del living, y me hago una bolita. Mis brazos se apoyan sobre el respaldo y mi cabeza sobre ellos. En silencio. Desde ahí observo el balcón, un día como hoy, por ejemplo, veo cómo la brisa acaricia las hojas de la copa del árbol que llego a divisar desde mi balcón del sexto piso.
Cómo me gusta ese árbol, pensar que lo querían sacar, los vecinos son lacras.
El árbol es mi compañía.

...
La panza hace ruido. Es hora de prender la tostadora.

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